miércoles, 14 de marzo de 2012

LIBERACIÓN DE ESPÍRITUS INMUNDOS Y HOSTILES

Los espíritus malos son todos aquellos que activan en las personas propensión al mal, a hacer lo malo, el pecado, es decir injusticia, perversidad, codicia, envidia, muerte, riñas, engaños, malos deseos, altanerías, agresiones, violencias y engaños (Rom 1,28-32). Estas entidades consejos pérfidos, promueven la discordia y la desconfianza.

Andan como león rugiendo buscando a quien devorar (1 Pe 5,8). Se aprovechan de los caracteres débiles para entrar en ellos a fin de arrastrarlos a su perdición y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas que sufren.

En la naturaleza humana hay una propensión hacia el mal, consecuencia del pecado original, fisura que aprovechan para animar a las personas hacia los vicios, las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia.

Ante la muerte de un ser querido una persona se siente débil espiritualmente y frágil para el ataque de cualquier entidad espiritual. De este modo puede penetrar con facilidad un espíritu de sufrimiento, y con él pueden llegar también espíritu de soledad, de vacío, de miedo, de depresión, de odio, de rabia, de apostasía.

Una persona decepcionada de otra puede permitir el ingreso de un espíritu de ira, y con este seguramente puede venir otro de violencia, rabvia, intriga, rencor, malos deseos.

Una persona que presencia un crimen puede permitir un espíritu de muerte, de angustia, tensión, ansiedad, depresión.

En la Biblia encontramos sobrados ejemplos de cómo actúan estos espíritus en las personas y como se apoderan de ellos por años y durante toda su vida arruinándolos y manteniéndolos atados, convirtiendo su vida en un infierno. Espíritus de ignorancia malignos, inconscientes y burlones, que en todo se entrometen, chismeando e intrigando.

Veamos en Biblia un ejemplo patente en el caso del endemoniado de Gadara o Gerasa. Dice la Biblia que era un hombre tan salvaje que nadie podía pasar por el camino. Vivía entre los sepulcros y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. Varas veces lo habían intentado amarrar, pero él hacía dedazos las cadenas. De modo que lo dejaron libre, deambulando de noche y de día entre los sepulcros y peñascos, dando gritos y maltratándose con las piedras. Viniendo Jesús, de inmediato le salió a encuentro, pero al verlo cayó de rodillas. Entonces Jesús dijo al espíritu malo: <> (Mc 5,8). El espíritu, resistiéndole, le responde: <<¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús, Hijo del Dios Altísimo. Te ruego por Dios que no nos atormentes.>> (Mc 5,7). Jesús inquirió su nombre y el espíritu malo contestó: <> (Lc 8,30). Porque eran muchos los que habían invadido ese cuerpo. De modo que le rogaban que no los mandara al abismo profundo. Como había allí una piera de cerdos, le pidieron que les permitiera entrar en ellos. Jesús les permitió. Una vez dentro cayeron a precipicio perdiendo la vida (Mc 5,1-20/ Lc 8,26/ Mt 8,28).

Una persona entonces puede albergar varios demonios de clase diferente, que van penetrando a medida que la persona le va dando entrada por razones diferentes. En la medida en que escucha la mala palabra enviada por el enemigo, que luego convierte en pensamiento y luego en deseo. Aunque haya sido liberada en alguna oportunidad, si continúa con su vida sin santidad alguna, el espíritu malo que lo poseía, cansado de vagar por lugares desérticos, buscando descanso sin conseguirlo, decide volver. Si el cuerpo está limpio y la persona descuidada, el espíritu se va, trae consigo siete espíritus más, lo seducen y van entrando legalmente a la persona nuevamente en la medida en que ella le da entrada. <> (Mt 12,43-45).

He de destacar que ningún espíritu que está dentro quiere salir, y si la persona que pretende expulsarlo no tiene fuerza ni poder por su condición de vida en pecado, menos. En una ocasión fue Jesús a una sinagoga, había allí un poseído. Al verlo no resistió y comenzó a dar voces <<¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a derrocarnos? Yo sé quién eres? Tú eres el Santo de Dios>> (Mc 1,23-24). En este caso también se presenta una legión. Cuando son muchos, ante un santo, se asustan, porque no quieren quedarse sin hogar. Jesús le hizo frente con autoridad: <<¡Cállate y sal de ese hombre¡>> (Mc 1,25). De modo que el espíritu se revolcó y gritó un poco, pero al final salió del cuerpo. Hay espíritus cuya estrategia es el grito. Con el que tratan de desestabilizar emocionalmente al servidor que hace la liberación. Es un grito agudo que va directo al cerebro y se deposita en él. El servidor tiene que estar muy bien preparado siempre para evitar este acceso, porque puede entrar en él.

Hay espíritus sordos y mudos que manipulan al liberador para no salir del cuerpo del poseso. Le llevaron uno a Jesús, que sus discípulos no pudieron. Apenas vio a Jesús, no resistió: <>. Se oyó el grito tremendo, pero ante Jesús, salió (Mc 9,14-29). Son espíritus que solo salen con mucha oración y ayuno por parte del servidor de liberación, pues se hace el que no escucha y se niega a hablar. Cuando se ve acorralado, trata de ensordecer al liberador con su grito aterrador.

Los espíritus de enfermedad pesan tanto, que terminan encorvando a su portador. Jesús mostró también un caso de estos: <> (Lc 13, 12). Se trataba de una mujer a la que había mantenido atada el espíritu por más de dieciocho años. Estos espíritus, aman la miseria y la compasión, atraen la lástima de los otros, la miseria, la ruina, la pobreza, y cuesta echarlos porque las personas se acostumbran tanto a ellos, que aprenden a vivir en esa condición a la que sacan provecho mendigando.

Los espíritus de envidia y traición son espíritus de tránsito. Este espíritu es el inspirado a Judas, discípulo de Jesús y que el lo traiciona (Lc 22,3). Estos espíritus planifican y organizan su acción por largo tiempo hasta que lo lograr. Luego puede que se salgan. El portador sufre tanto, que a veces se suicida o termina volviéndose loco, porque un grupo de demonios terminan poseyéndolo.

Otros son los espíritus de adivinación, vanidad y orgullo. Primero inspiran un pensamiento a la persona de presentimiento, luego hacen que se cumpla. Cuando la persona se convence, entran en ella. Le inspiran una imagen futura de una persona, la conducen a ella para que lo diga, el otro escucha, hace que suceda, y el otro cree en él; él se cree adivino y permite la entrada del espíritu y vive de e´. Este espíritu se multiplica a medida que va siendo consultado. Penetran en los otros. A Pablo le persigue uno de estas entidades durante una semana. Pablo, ya cansado, lo reprende: <> (He 16,18) En el mismo instante el espíritu salió. Presa del miedo y del pánico, dos tipos de espíritus poderoso, Saul cayó en este error. Fue a una adivina, luego de que él mismo los había deportado, con el fin de consultar el alma de Samuel (1 Sam 28,7). Ante la angustia de no escuchar la voz de Dios ni sentir su presencia. El espíritu le anuncia la muerte y así ocurre.

Lo importante de conocer la participación y acciones de las entidades espirituales, es que ellas no penetran directamente, mandan mensajes, la persona le da vida a estas malas palabras y los espíritus inmundos y hostiles entran con liberad y en forma legal. Se rompe su poder cuando el poseído manifiesta la razón, el contrato legal, por el cual entra al cuerpo.

Las personas debe estar prevenidas para no dejar que sus pensamientos tomen fuerza en su conciencia: <>, dice el noveno mandamiento. Si la persona comprende esto, no dejará que ninguna entidad espiritual logre controlar su emoción ni apoderarse de su cuerpo. <> (1 Pe 5,9).

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