miércoles, 14 de marzo de 2012

DEMONIOS Y ESPÍRITUS MALOS

Los demonios no son iguales que los espíritus a los que comandan. Por eso es recomendable hacer una breve distinción de cada uno de ellos para conocer su esencia y legalidad. Comencemos:
1. LOS DEMONIOS
Entre los demonios y espíritus infernales están en primer lugar: Lucifer, emperador del infierno, le sigue Belzebú o Belcebú, príncipe de las uestes infernales, y el llamado Astarot, el Gran Duque, a estos les siguen:
Lucifago
El primero es el gran "Lucífago Rofacale", primer ministro infernal. Tiene el poderío que "Lucifer" le ha dado sobre todas las riquezas y todos los tesoros del mundo. A sus órdenes militan Bael, Agares y Marbas y muchos otros millares de demonios y espíritus subordinados.
Satanachia
El segundo es el gran "Satanachia", gran general. Tiene el poder de someter a él todas las mujeres y todas las muchachas y hacer con ellas lo que se le antoja. Bajo sus órdenes están Pruslas, Aamon y Barbatis y la gran legión de los espíritus.
Agaliarept
Capitán general, tiene el poder de descubrir los secretos más recónditos en todas las cortes y todos los gabinetes del mundo; descubre también los grandes misterios. Manda a la segunda legión de espíritus y tiene inmediatamente a sus órdenes a Buer, Gusoin y Botis.
Fleuretty
El cuarto, "Fleuretty", teniente general, tiene el poder de hacer la obra que se desea, durante la noche; hace también caer granizo donde él quiere. Manda un cuerpo considerable de espíritus y tiene subordinados a Bathim, Pursam y Abigar.
Sargatanas
El quinto, "Sargatanas", jefe superior, tiene el poder de hacer invisible al que lo sigue, de transportarse a todas partes, de abrir todas las cerraduras, de hacer ver todo cuanto ocurre en el interior de las casas y de enseñar todas las mañas y astucias de los pastores. Ordena a muchas brigadas de espíritus y tiene a sus inmediatas órdenes a Loray, Valefar y Forán.
Nebiros
El sexto, "Nebiros", mariscal de campo e inspector general, tiene el poder de hacer enfermar a quien se desee, hace encontrar la mano de gloria, enseña todas las cualidades de los metales, de los minerales, de los vegetales y de todos los animales puros e impuros. También posee el arte de predecir el porvenir, siendo uno de los mayores nigrománticos de todos los espíritus infernales. Va a todas partes, es inspector de todas las milicias infernales y tiene a sus órdenes a Ayperos, Neberus y Glasyabolas.
Otros menores como:
Cori, siembra malos sentimientos.
Eleguá: siembra prostitución, homosexualidad masculina y femenina, alcoholismo.
Asmodeo, este demonio aparece en el católico Libro de Tobías y no es cualquiera: gobierna los nueve infiernos, un verdadero emperador. En otras versiones es uno de los cuatro reyes infernales. Y en uno de los giros más curiosos en la imaginería infernal, John Weyer dice que es el croupier en la mesa de baccarat del infierno. Su nombre significa “demonio de la ira”, aunque la demonología judeocristiana lo tiene siempre como el demonio de la lujuria (algunos han querido ver ideas freudianas en esa doble condición de ira/sexo).
La presentación de Asmodeo es ambivalente. A veces es alegremente escandaloso, un tipo divertido, siempre dispuesto a una buena orgía o por lo menos a llevarse a la cama lo que le guste (una razón buenísima para que la iglesia odie el bisexualismo). Siendo una especie de duende sexual, protagoniza la leyenda más cómica de la demonología: como está enamorado de Sara asesina a nueve de sus maridos la noche de bodas antes de consumar el matrimonio. Tobías, el décimo, aconsejado por el arcángel Rafael, quema el corazón y el hígado de un pez y los vapores disgustaron tanto a Asmodeo que se fue hasta Egipto… donde Rafael lo estaba esperando para encadenarlo.
En otra leyenda más tenebrosa, cuando empezó a alcanzar su estatus de supremo jefe, Salomón lo invocó para ayudar a construir el Templo y el diablo, presa de los hechizos del rey (figura mayor de la demonología, no sólo un personaje bíblico) cumplió, pero le anunció que su reino sería dividido.
Otro es Azazel, viene siendo el Juan el Bautista del rey infernal. Antes de haber un demonio en la mitología judía, ya había un ritual para devolverle a esta potencia maléfica sus malas obras: el chivo expiatorio.
Este demonio es el primero de toda la Biblia en Levítico 16:8; su nombre parece venir de “Azaz”, “rugoso”, en referencia al suelo pedregoso del desierto. Aunque se ha aceptado que Azazel debía tratarse de una montaña desde la cual era arrojado el chivo (y por extensión así se llama la ceremonia anual, “el Azazel”), otros estudiosos rabínicos sostienen que es el nombre de unos demonios con forma de cabra. Azazel aparece en el Libro de Enoc. En una raza reconocida por sus habilidades manuales, Azazel venía siendo algo así como McGyver: les enseño a los hombres el arte de la guerra, a forjar armas y a las mujeres a seducir con la apariencia (según parece hizo el primer brassier) y brujería. Por sus retorcidas enseñanzas Yahvé lanzó el Diluvio para limpiar los estragos (el Diluvio explica que un libro esencialmente mágico como el de Enoc jamás ha sido perseguido, sólo dejado de lado: la malvada raza angelical justifica la decisión de Dios). Según la tradición, fue Azazel quien preguntó ante Adán “¿Por qué un hijo del fuego debe inclinarse ante un hijo del barro?”. Ya se sabe la explicación que le dieron… Azazel, el primer nombre demoniaco en la Biblia, jamás alcanzó el estatus de Satán y la última noticia es que luego de andar enseñando barbaridades a la gente Dios le ordenó a Rafael encadenarlo de pies y manos a una roca.
Otro Belzebú, posiblemente la denominación más compleja debido a problemas de traducción. De una transcripción a otra en varios idiomas, muchas veces no existía la palabra exacta para la traducción y otras algunas palabras sonaban parecido pero significaban algo diferente. Por otro lado los hebreos, como la mayoría de los pueblos, envilecían las deidades ajenas, pero tenían buenas razones militares para ensañarse con los filisteos, una colección de pueblos que hasta hoy tienen perplejos a los historiadores (parecen un agresivo pueblo emigrante de origen hindú, fenicio o persa que entró en contacto con los judíos hacia el 1100 a.C. y les dio mil dolores de cabeza).
Baal Zebul era una deidad de la ciudad filistea de Ekron y su nombre significa “Señor del Cielo” pero los hebreos, por homofonía o con ánimo insultante lo bautizaron Baal Zebub, “Señor de las moscas”. Baal, que hoy algunos predicadores de televisión lo usan como sinónimo de Satán, jamás fue el nombre de una deidad: si los filisteos hubieran adoptado a Yahvé, lo habrían llamado Baal Yahvé o parecido. En todo caso, si bien sólo hasta el destierro babilónico se decantaría la idea de separar una potencia absoluta del bien de una del mal en la religión judía, su odio por los dioses filisteos precedió esta idea. No ayudó nada a mejorar su popularidad entre los judíos que el rey Ocozías envió mensajeros al santuario de este dios para pedir por su salud (2 Reyes 1:2-3) lo cual cabreó al profeta Elías, que procedió a maldecirlo. Lo de “Señor de las moscas” no viene sólo de una aliteración infantil sino de la costumbre filistea de poner carne en los altares hasta pudrirse… y ya puede imaginarse lo que pensarían los adoradores de Yahvé de semejante cosa, siendo que su religión avergonzaría los hábitos de limpieza de un neurocirujano moderno. Hay debate si Belcebú es Satán o un secuaz. La literatura apócrifa, la que más se ocupa de ángeles y diablos, es confusa: en algunos libros era un querubín, lo que lo eliminaría como el jefe de la rebelión, que era una especie de virrey y por tanto serafín; Belcebú sería regente infernal y segundo al mando.
En una de las historias más curiosas de la demonología, en Pseudomonarchia Daemonum (1577), Belcebú formó con Lucifer contra Satanás y al vencer Lucifer quedó de emperador infernal. No hay noticias de Satán luego del golpe de estado. Para la línea oficial en cambio no hay duda de que Belcebú es sólo otro alias del emperador infernal desde que Jesús en Mateo 10:25 se refirió a su gran adversario con este nombre.

2. LOS ESPÍRITUS MALOS
Los espíritus malos son todos aquellos que activan en las personas propensión al mal, a hacer lo malo, el pecado, es decir injusticia, perversidad, codicia, envidia, muerte, riñas, engaños, malos deseos, altanerías, agresiones, violencias, engaños (Rom 1,28-32). Dan consejos pérfidos, promueven la discordia y la desconfianza, y, para engañar mejor, toman todas las apariencias. Se apoderan de los caracteres bastante débiles para seguir sus excitaciones, a fin de arrastrarlos a su perdición y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas que sufren. Los seres vivientes a quienes animan durante la encarnación, son dados a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi siempre sus víctimas entre las personas honradas.
Los espíritus ligeros, son ignorantes, malignos, inconscientes y burlones, y en todo se entrometen, y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Se complacen en ocasionar pequeños pesares y alegrías, en chismear, en inducir maliciosamente a error por medio de mixtificaciones y en hacer travesurillas. A esta clase pertenecen los espíritus llamados vulgarmente duendes, trasgos, gnomos y diablillos, todos los cuales dependen de los espíritus superiores que frecuentemente los ocupan como nosotros a nuestros criados. En las comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces ingenioso, y chistoso, pero casi siempre superficial, y aprovechan las extravagancias y las ridiculeces que exponen en frases mordaces y satíricas. Cuando usurpan algún nombre, lo hacen más por malicia que por perversidad. Delincuentes habituales.
Los de falsa instrucción, tienen conocimientos bastante vastos, pero creen saber más de lo que realmente saben. Habiendo progresado algo en diversos sentidos, su lenguaje tiene cierto carácter grave que puede engañar acerca de las preocupaciones y de las ideas sistemáticas de la vida terrestre, una mezcla de verdades y errores absurdos, en medio de los cuales se descubren la presunción, el orgullo, los celos y la terquedad de que no han podido emanciparse. Esta categoría es intelectual y no moral, al menos en la intensidad delictuosa.
Los espíritus neutros, no son ni bastante buenos para practicar el bien, ni bastante malos para hacer el mal; se inclinan igualmente al uno y al otro y no se sobreponen a la condición vulgar de la humanidad ni moral, ni intelectualmente. Tienen apego a las cosas de este mundo, cuyas alegrías groseras echan de menos. Son delincuentes ocasionales y hasta habituales en ciertas clases de inmoralidades que no sean muy antisociales. En esta clase que es moralmente débil, habrá que colocar también a los delincuentes, locos, poseídos y a los pasionales.
Los espíritus golpeadores y perturbadores, propiamente hablando, no forman una clase distinta, si se toman en consideración sus cualidades personales, y pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. A menudo anuncian su presencia por efectos sensibles y físicos, como golpes, movimiento y desarreglo anormal de los cuerpos sólidos, agitación del aire, etc. Parece que están más apegados a la materia que los otros y que son los principales agentes de las vicisitudes de los elementos del globo, ya obren en el aire, en el agua, en el fuego, ya en los cuerpos duros, ya en las entrañas de la Tierra. Cuando estos fenómenos tienen un carácter Intencional inteligente, se conoce que no son debidos a una causa fortuita y física. Todos los espíritus pueden producirlos; pero los elevados los confían por lo general a los espíritus subalternos, más aptos para las cosas materiales que para las inteligentes, y cuando los primeros creen oportunas las manifestaciones de este género, se sirven de los segundos como de auxiliares.

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