El pecado es hacer lo malo (Sal 51,6). Es una transgresión a la norma divina (y humana)m una ofensa a sus mandamientos: 1) amar a Dios sobre todas las cosas, 2) no tomar su nombre en vano, 3) santificar las fiestas, 4) honrar a padre y madre, 5) no matar, 6) no comenter actos impuros, 7) no robar, 8) no mentir ni dar falsos testimonios, 9) no permitirse pensamientos ni deseos impuros y 10) no codiciar los bienes ajenos. Todo el que transgreda cualquiera de estas normas de vida, está en pecado. Liberarse de ellos es no cometerlos.
Un creyente de Dios lo reconoce como su creador y busca acercarse cada vez más a él, conocerlo para llevarlo en su corazón como un pacto, pero al no ser así, aunque Dios no quiere da libertad a la persona para que actúe sin él: Por eso andan llenos de injusticia, perversidad, codicia, maldad, rebozantes de envidia, crímenes, peleas, engaños, mala voluntad, calumnias, desafíos de Dios; altanerías, orgullos y habilidades para lo malo; se rebelan contra los padres, desleales, insensatos, sin amor, despiadados (Rom 1 28,23).
Lo malo daña al otro y a la comunidad. El que engaña daña entonces al que confía en él, porque además lo hace caer en ignorancia, por eso el que practica la magia y consagra a su hijo en el fuego o en sangre para magia y brujería comete pecado; lo mismo que el que emplee la adivinación, la hechicería; el que ate a otro con maleficios o filtros de amor hace daño o comete pecado, como también el que consulta a los espíritus o a los muertos (Dt 18,9-13).
El pecado es de origen sobrenatual y humano. Tanto Satán como el hombre pecaron. Satanás desobedece a Dios y luego involucra a Eva y a Adán. Dios había dicho a la pareja edénica: "No comerás del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, porque ese día morirás" (Gen 2,17). La serpiente le niega esto a Eva para que coma, y ésta lo hace con Adán. Por haber desobedecido, no por comer, sino por desobedecer, que es lo que le hizo caer en muerte, Dios los castigó con sacarlo del Reino. Así la muerte se propagó a toda la humanidad. No había Ley (Rom 5,12), porque no era necesaria, pero una vez que cayó el hombre en el pecado hizo falta la Ley. Así la vida del hombre se plagó de muerte (Gen 3,19), salario del pecado (Rom 6,23).
El deseo o tentación conducen al pecado y el pecado consumado engendra muerte (Stgo 1,15). No porque Dios quiera, sino porque así lo eligió el hombre, de ahí la importancia de Jesús, que con su sacrficio en la cruz permitió que quien se siguiera alcanzaba de nuevo la vida y la vida eterna.
No no quiere que los hombres perezcan, de hecho lo demostró con Noe, con el llamado a Abrahám, a Moisés, a Jeremías, a Gedeón, a David, pero muchos de ellos olvidaron que la libertad em Dios tiene límites. David incluso cometió el crimen de quitarle su mujer a uno de sus soldados y mandarlo a matar (2 Sam 11,1-17). ¿Qué hace que un hombre como David pueda hacer algo como esto? Quizás la incostencia, la inmediatez, la soledad. No sabemos. Lo que sí sabemos es que lo que Dios ama, lo protege, por eso, apesar del crimen de David, en el estaba la descendecia que traería el Mesías.
El Mesías es la restauración del género humano por gracia de Dios. Con Cristo Jesús se acabó la condenación del pecado, con su sangre nos redimió de la muerte eterna, con su pasión y muerte cargó sobre sí nuestro pecado para alcanzarnos la liberación definitiva, que logramos solo con la proclamación de su nombre glorioso y el convencimiento del corazón. De modo que hay que tener fe, es decir creer en Jesús como Salvador. Sin embargo, no basta solo con esto, pues el cumplimiento de los mandamientos está vigente. Lo que espera el Señor es una obediencia, no por miedo sino por conciencia de que el mal, el pecadom el demonio, no le es conveniente a nadie (Rom 13,5).
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