lunes, 5 de marzo de 2012

LA FE

Literalmente si una persona dijera a una montaña que se mueva de donde está hacia otro lugar, si está convencido de que lo que desea se efectuará, eso es fe verdadera. <> (Mc 9,23). Osea, que literalmente si una persona dijera a una montaña que se mueva de donde está hacia otro lugar, si está convencido de que lo que desea se efectuará, eso es fe verdadera. Por eso afirma Pablo que la fe es la certeza de lo que se espera y de lo que no se ve. Para creer en Dios hay que tener fe, pues la fe se desarrolla como un don en las personas, que con una escasa fe, pidieron y recibieron, incluso lo que no esperaban.
El Diccionario Larousse define la fe como << Una creencia no basada en argumentos racionales>>. El que cree está convencido de lo que espera, ahora hay quienes esperan pero no creen, sin embargo, otros creen por ellos y apoyan la fe del que no creen para que logre lo que quería, pero que no esperaba por su escasa fe.
El que espera un milagro debe tener fe, pero si no la tiene Dios le ayuda para que la aumente. Fue el caso de muchos que estuvieron ante Jesús, a quienes les concedió, ver, oir o andar, no tanto por ellos mismo, sino para que sirvieran de testimonio y evidencia a los testigos de los milagros de Jesús.
Veamos el siguiente ejemplo, evidencia de una inmensa fe: <>. Esto es lo que yo llamo un milagro robado. Habría que imaginar la cantidad de gente que seguía a Jesús, a veces eran cinco mil o seis mil personas, como hacía para poder acercarse a él entre tanta gente, y poder cruzar los filtros que impedía acercarse a él por seguridad. <> (Mc 5,27-28). Ella no quiere hablar con él, es decir no es que no quiera, lo que no quiere es molestarlo. Es una mujer impura ya que está maldita o perturbada, esclavizada y contaminada por un flujo de sangre constante por años. Su sencillez y humildad no se lo permitían. El único modo era solo tocar su vestido, al menos su ruedo. Eso pensaba ella. Esto es lo que se llama una fe verdadera: <>. Esto es maravilloso. Ella sanó. Y pensaba irse tranquilamente con la dicha y la bendición de haber recibido sanación del profeta Jesús, sin hablarle, sin que él la toca, sin que él la viera, sin que le perdonara, nada, quedaría en la clandestinidad, a no ser porque de Jesús salió la fuerza que le dio a ella la salud: <<¿Quién me tocó?>> (Mc 5,29-30). Pedro se burla y le inquieta cómo pregunta “¿Quién lo tocó estando aprisionado por tanta gente que se abalanzaban contra él? Así pues, la creencia de Pablo es correcta. Él dice que la fe es el <> (Heb 11,1).
Tal como la fe de la mujer de hemorragia de sangre es también la de los amigos del paralítico de la camilla. Éstos, al ver que no podían entrar con su amigo por la puerta de la casa, por la multitud, rompen las tejas del techo, abren un hueco y logran introducir la camilla hasta llevarla a los pies de Jesús. Me imagino la cara del Señor, sorprendido por la astucia de éstos. No tiene otra opción más que realizar el milagro, independiente de los que estaban allí antes que el paciente, independiente de los fariseos y los maestros de la Ley, que andaban detrás de él buscando que hacer con este hombre que resultaba para ellos una piedra en el zapato: <> (Lc 5,24).
Aunque la fe es un don, se requiere del conocimiento de Dios para poder fortalecerla: <<¿Cómo invocan al Señor sin antes haber creído en él? Y ¿Cómo creen en él sin haberlo escuchado? Y ¿Cómo lo escucharán si no hay quién predique? Y ¿Cómo saldrán a predicar sin ser enviados? Como dice la Escritura: “¡Qué lindo es caminar llevando buenas noticias. Aunque no todos obedecieron a la Buena Noticia¡”. Según lo que decía Isaías: <> (Rom 10,14-17).
Quizás por los avances científicos y tecnológicos las personas de nuestro tiempo han dejado de tener fe en Dios, y la han desplazado a los astros, a una piedrita, a un agua de cualquier parte, a un brujo, un santero, al horóscopo, en fin. Cantidades de objetos y persona han sustituido el lugar que debería tener Dios, con lo que faltamos al primer mandamiento: “Amar a Dios por sobre todas las cosas”. Y Esto ya estaba previsto por Dios que lo había anuncia mediante sus profetas y el mismo Cristo lo dijo <<¿Hallará fe en la tierra?>> cuando vuelva (Lc 18,8).
El que cree recibe de parte de Dios una promesa. Cuál es esa promesa: <> (Jn 3,16). Y la buena noticia es que Dios cumple sus promesas y la multiplica por mil generaciones, como lo hizo con Abrahán, Isaac y con Jacob. Dios se hace amigo de los que creen en él (Rom 4,13). Y aún más, los convierte en hijos. Y la confesión de la fe en Cristo, garantiza la salvación (Rom 10,9; Ef 2,8). La fe concede la paciencia como virtud (Gal 3,14) y también para el amor (1 Cor 13,2). De modo pues, que tener fe no es fácil, pero el que la tiene, no solo puede cambiar su vida en Cristo, sino en todo el mundo entero.

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