lunes, 9 de abril de 2012

DE LOS ANGELES

Eres un ángel dice una persona a otra cuando le parece que su coducta y actitud hacia él es cónsona con su necesidad. Una persona puede resultar un ángel para otra, providencialmente lo es. Los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Contemplan el rostro de Dios en los cielos diariamente (Mt 18,10) lo adoran (Heb 1,6) y le cantan siempre (Lc 2,14). Son agentes a sus órdenes, atentos a la voz de la Palabra de Dios (Sal 103,20).
REcordemos que algunos ángeles se rebelacon contra Dios, razón por la que fueron echados a la tierra. Satanás es uno de ellos. Su pecado no será perdonado porque goza de inteligencia y voluntad y desde luego son inmortales (Lc 20,36).
Los que habitan en la Gloria de Dios, lo resplandecen (Dn 10,9-12).
Todos los ángeles, están al servicio de Cristo Jesús en todas sus luchas contra el mal. Los ángeles han participado en la mayoría de las actividades humanas y divinas. Cerraron las puertas del Paraiso (Gen 3,24), protegieron a Lot (Gen 19), salvaron a Agar y su hijo cuando vagaban por el desierto (Gen 21,17), detuvieron la mano de Abrahán cuando iba a sacrificar a Isaac (Gen 22,11), comunican la Ley (He 7,53), conducen al pueblo de Dios (Ex 23,20-23), anuncian nacimientos (Juc 13; Lc 1,11-26), vacaciones (Juc 6; Is 6), asisten a los profetas (1 Re19,5).
Contar con la ayuda de los ángeles es una condición providencil que orienta el camno de quienes confían y esperan en Dios. 

martes, 20 de marzo de 2012

LA PASCUA

La pascua es una solemnidad tanto hebrea como cristina. Para ambos es la misma fiesta, pero con objeto diferente, sin embargo ambos ponen en evidencia el plan salvífico de Dios. El pueblo cristiano la celebra por cincuenta días, desde la Resurección, hasta Pentecostés. Según la liturgia actual, la cuaresma termina en la tarde del Jueves Santo, con la liturgia de la Cena del Señor, que da comienzo al Triduo Pascual. El Viernes Santo se hace el "ayuno pascual" que se continúa el Sábado Santo, preparatorio a la gran celebración del Misterio Pascual. El triduo culmina con la Vigilia Pascual del sábado por la tarde. Los primeros ocho días de la Pascua constituyen la octava y se celebran como solemnidades del Señor. El agua bendecida en la Vigilia pascual se usa para el bautismo en toda la temporada de Pascua. En el día 40 de la pascua se celebra la ascensión del Señor y los 9 días de la ascensión a Pentecostés. Con la Pascua, el pueblo hebreo celebra la liberación de la esclavitud en Egipto, donde el pueblo judío había permanecido por 400 años, hacia el 1250 a. C. Los judíos debían peregrinar hacia Jerusalén anualmente. En el caso de los más pobres y exilados, al menos cada tres años.
El centro de esta celebración es el cordero, que debía sacrificarse en el templo de Jerusalén, el cual luego se repartía asado y acompañado con ensalada de lechuga, vino tinto, pan sin levadura, y se comía mientras se salmodiaba y el jefe de la familia iba relatando la historia de la liberación. Esta costumbre quedó establecida como una Ley, desde que Dios dio instrucción directa a Moisés y a Arón que con la sangre del cordero untara los postes y fisuras de la puerta de entrada, de modo que cuando pasara el ángel exterminador, última plaga, no matara también a los primogénitos judíos (Ex 12,1-4).
Los padres de Jesús cumplían respetuosamente este ritual, de modo que cuando cumplió los doce años, lo llevaron con ellos, ocasión que Jesús aprovecha para compartir con los sacerdotes del templo, con quienes estuvo tres días escuchando e interrogando; gracias a sus conclusiones todos quedaron admirados de su inteligencia (Lc 2,41).
El tiempo de la Pascua fue el propio para Dios, por ello es allí donde Jesús concluye su misión que ya había anunciado a sus discípulos en Cafarnaum (Lc 22, 14-19). Los opositores de Jesús buscaban como atraparlo, aunque evitaba que fuera durante la Pascua, presa fácil fue judas que lo entregó con tiempo y facilitó a los judíos la estrategia; con testigos falsos lo apresaron y juzgaron (Mc 14,1-2). Pero antes de eso Jesús había encomendado a Pedro y a Juan preparar la Pascua, llegada la hora les dice: <> (Lc 22,15). De tal modo ofrece el pan y el vino, signo de la nueva alianza, en el se instituye la eucaristía. Al ser Cristo la víctima pascual, el pueblo cristiano pasa a ser el pan sin levadura del pecado, para convertirse en signo de pureza y sinceridad (1 Cor 6,7-8). En la Pascua celebramos los cristianos a Cristo muerto, levantado en la cruz del sacrificio de la injusticia, del odio, de la esclavitud, la opresión, del desamor, pero también celebramos al resucitado, victorioso que rescata a su pueblo del pecado y de la muerte eterna a precio de su sangre, con la que queda marcado el creyente, como ocurrió con las puertas en la liberación de Egipto. Con la crucificción, signo de la reconciliación, Jesús levantado en la cruz (Jn 8,28), como la serpiente en el desierto (Num 21,4-9), se convierte en el salvador perpetuo a través de quien hay que entrar para llegar al Padre. Por eso la pascua de resurrección es la fiesta más solemne, así como la eucaristía el mayor sacramento (CIC. 1169). Jesús pide a sus discípulos paciencia y fe mientras envía al Paráclito, que debía llegar en otra de las fiestas del pueblo hebreo, es decir, en Pentecostés, celebración en la que se conmemora el poder sobrenatural de Dios, manifestado cuando Moisés terminó la casa de las citas (Ex 40,34). Manifestación del espíritu de Dios que se hará presente en diferentes periodos históricos del pueblo hebreo como en los setenta que asistieron a Moisés (Num 11,25) y que concluiría con la venida del Espíritu Santo (He 2,1-13). Con esto concluye el Misterio Pascual de Cristo.
El término español «pascua» significa paso; proviene del latín páscae, que proviene del griego πάσχα (pasja), que proviene del hebreo פסח (pésaj), que significa ‘paso’. El Domingo de Pascua tiene fecha variable, ya que no depende del calendario gregoriano (exclusivamente solar) sino del antiguo calendario solar/lunar. Por convención, este domingo es siempre el siguiente a la primera luna llena posterior al equinoccio (y cae siempre entre el 22 de marzo y el 25 de abril).
Desde varios milenios antes de nuestra era, en las culturas mediterráneas, al principio de la primavera (en esta época de marzo) se hacía una fiesta de varios días (hasta una semana) de duración en la primera luna llena de la primavera, por el «paso» del invierno a la primavera. Diversos pueblos (chinos, egipcios, hindúes, persas, galos, romanos) han considerado el huevo como símbolo universal de la vida, relacionado con esta época de renacimiento primaveral.
El huevo de pascua participa en los ritos del Séder judío, que simboliza el duro corazón del faraón que no dejaba salir al pueblo hebreo. Posteriormente, los cristianos tomaron la idea del huevo como representante de la resurrección de Cristo. Los judíos comen el cordero pascual la víspera del 15 de Nisán, o sea, el 14 por la noche. (Nisán es el primer mes del calendario judío). Jesús celebró la pascua (la última cena) según la costumbre judía la víspera de la Pascua, o sea, el 14 de Nisán. Murió en la cruz el 15 de Nisán y resucitó el 17 de Nisán. Resulta que en aquel año el 15 de Nisán cayó en viernes y por lo tanto el 17 de Nisán cayó en domingo (que en aquella época no se llamaba "domingo").
La diferencia entre los calendarios (judío y romano) dio lugar a numerosas controversias sobre la fecha para la celebración de la Pascua. Los judíos cristianos continuaron usando el calendario judío para la Pascua. Celebraban la Pasión el 15 de Nisán y la Pascua de Resurrección el 17 de Nisán (fuese o no domingo ese año). En el resto del imperio, sin embargo, se tomó en consideración que Jesús históricamente resucitó el domingo. Celebraban basado en el domingo, fuese o no ese año el 15 de Nisán. Además, todos los domingos se celebra a la fiesta de la Resurrección.
Esto creaba un problema sobre qué domingo celebrar la resurrección. Para algunos Jesús murió el 25 de Marzo y resucitó el 27. Algunos obispos celebraban la pascua según esas fechas fijas. La Iglesia Romana, basada en la autoridad de San Pedro y San Pablo celebraba la Pascua el primer domingo después de la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Este domingo siempre cae entre el 22 de Marzo y el 25 de Abril. La fecha de la pascua es variable. La razón es la conexión entre la pascua judía y la cristiana. La Iglesia determina la fecha de la pascua cada año según el calendario judío que es diferente al nuestro. El calendario judío es lunar (tiene 354 días y se basa en las fases de la luna) mientras que el nuestro es solar. Cada cuatro años los judíos intercalan un mes a su calendario, no según un método definido sino arbitrariamente por orden del Sanedrín. El Primer Concilio de Nicea (325) decretó que la práctica romana para determinar el domingo de Pascua debe observarse en toda la Iglesia. En referencia al domingo de pascua se calculan las otras fiestas movibles del calendario litúrgico. La Iglesia ortodoxa celebra la pascua otra fecha, según el calendario Juliano (ortodoxo ruso).

jueves, 15 de marzo de 2012

APRENDAN Y ACTÚEN

En la antigüedad, Dios se propuso la exterminación del mundo, pero luego reconsideró su decisión por amor a su obra. De modo, pues, que cambió la estrategia por la reeducación de su pueblo en beneficio de la redención humana.
En Lucas, cuando la familia de Jesús llega a la puerta y no puede entrar, se lo comunican a él con la intensión de que mediante su influencia los demás les abran paso. Sin embargo, Jesús responde a quien hace el anuncio de la llegada inesperada: <> (Lc 8,21) No porque no amara a su familia, sino porque no iba a detener la predicación, el anuncio de la Buena Noticia, por servir de salvo conducto a su familia.
Dios, en su opulencia amorosa, comprendió que en lugar de destruir su obra, era mejor reeducarla para que fuera partícipe concientemente de su propia salvación y la valorara por lo que le había costado, tanto como a Dios le costó su creación.
Destruirla significaba para Dios haber perdido el tiempo, y para Dios no hay tiempo perdido. Pero, salvando milagrosamente al hombre a pesar de su infidelidad tampoco significaba ningún mérito para el hombre a quien Dios era capaz de hacerle todo. Lo mejor entonces, tanto para Dios como para el género humano era la concientización; darle razones, argumentos imposibles de rechazar razonablemente.
Si el hombre gozaba de razón, libertad y voluntad, ¿cómo no utilizar esos recursos para hacerlo partícipe de su propia salvación? Dios maldijo la tierra por el pecado de Adán, pero ¿qué culpa tenía el resto de la creación de la torpeza del hombre?
Desdichadamente en el ser humano había una naturaleza que lo incita a actuar mal: <> (Gen 8,21) Y esta tendencia le afecta por su ignorancia instintiva, que lo motiva al egosismo y a la competencia desleal. De modo pues, que estableció una nueva alianza signada por un énfasis en la educación constante a través de los profetas, antes de la enseñanza definitiva emitida por el Mediador, el Ungiro, el Salvador, el Redentor.
Dios se escogió un pueblo piloto, el pueblo hebreo, el prototipo. En él va sembrado la llama de la sabiduría, normas sociales, políticas, jurídicas y filosóficas. Les nombra maestros espirituales, a quienes inspira regularmente para que comuniquen la voluntad de Dios, lo porvenir; también para que denuncie lo malo; para que sirva de voz y de memoria.
El plan de redención de Dios se había activado en la humanidad con un objetivo definido: construir un Reino de amor, de justicia y de paz, donde el hombre sea definitivamente feliz y donde se sintiera orgulloso de su propia participación en la redención definitiva de su propia naturaleza.
Envió a su Hijo amado como primicia de ese Reino en el que participarían directamente los rescatados, siendo hijos de Dios, y hermanos de Jesús, el Redentor. En ese sentido, si el hombre sería rey, debía conocer la realiza a la que pertenecería, la dignidad que merecía y el lugar al que pertenecería. De ahí la importancia del proceso educativo, el cual Jesús no debía suspender bajo ninguna circunstancia.
El Rey Jesús, el profeta y el sacerdote, el Hijo del Dios Altísimo, el Dios mismo, se somete a la naturaleza humana, viven como humano, porque es humano. Nunca había dado señales más allá de las cualidades comunes del humano, porque siendo verdadero hombre, podría ser testimonio para que el resto de los hombres lo pudieran imitar. Si era solo Dios, lo demás diría: “Es que Jesús era Dios”. Nadie puede decir eso, porque siempre dio evidencias de ser hombre verdadero. De allí la sorpresa de sus hermanos: <<¿De dónde le viene todo esto? ¿Esa sabiduría de dónde la sacó? ¿Cómo explicar este poder milagroso de sus manos? (Mc 6,2).
La participación de Jesús en la historia de la Salvación no tiene nada que ver con los milagros, aunque son la causa de la predicación. Es decir, los milagros los realiza para poder convencer del poder que adquiere el que se somete a las leyes de Dios. Pero lo importante realmente es educar a ese pueblo en lo que significa ser parte del Reino de Dios. De modo que comienza su mensaje con las siguientes palabras: <> (Mc 1,15).
Jesús, como primicia del Reino, quiso educar en el mismo espíritu a todos los rescatados, cuyas conductas y actitudes deben asimilarse al proyecto de Dios. Todos deben deponer sus proyectos personales para alinearlos con el proyecto salvífico de Cristo. Así redimensiona el Decálogo, no lo elimina: <> (Mt 5,17). De modo que centra su enseñanza en la médula de la Ley: para que un hombre o mujer fuera adultero (a) debía consumar el acto; en la visión del Reino, el solo hecho de pensarlo ya significa adulterio. En el juicio de muerte debía hacerse efectivo el homicidio; en las leyes del Reino, el homicidio ocurría con solo guardarle rencor. De modo que estas nueva dimensión de la Ley no es objetiva, sino subjetiva; actúa directamente en el corazón.
La misión de Jesús estaba escrita en la escritura tradicional. Isaías la describe perfectamente, incluso las consecuencias de esa predicación. El Mesías venía para sanar los corazones de los deprimidos, liberar a los cautivos, llamar a los exiliados, consolar a los que sufren, dar felicidad a los tristes y a los deprimidos dar esperanza (Is 61,1-3). Así que cuando los discípulos de Juan pegunta a Jesús si en realidad él es que el que había de venir, Jesús no les confirma sino que le muestra, los educa con el testimonio como lo había hecho con todos sus discípulos: <> (Lc 7,22).
Los milagros de Jesús no son para el asombro, aunque asombran a todos evidentemente, sino para la concientización, y para que los que crean tengan argumentos, razones por las cuales los cristianos puedan dar a otros razones imposibles de rechazar razonablemente. Eso que vieron es lo que deben mostrar, es el testimonio innegable de la fe, es el contenido de lo que se debe predicar en el futuro: <> (Mc 16,15).
El discípulo de Jesús que aprende e internaliza las nuevas leyes del Reino, que quedan impresas en el corazón, es decir en la conciencia, quedan obligados a proclamar lo que aprendieron, entiéndase a educar a sus congéneres en los misterios revelados de la estructura político y social de Reino, del cual todos forman un solo cuerpo con la misma condición, y en la que todos se someten con libertad, en libertad y para la libertad.
La última de las enseñanzas milagrosas de Jesús fue su propia resurrección. Con ella mostró la gloria de Dios, mostró que él era Dios, mostró en forma patente lo que significa redención y resurrección. Esto es lo que deben proclaman los que proclaman su nombre. Deben dar a conocer lo que conocen a través del testimonio que después de Jesús han dado los que han creído y puesta en práctica las instrucciones del maestro.
El discípulo es enviado. Todo cristiano verdadero es enviado por el Espíritu de Dios, por eso dice Pablo que la fe <> (Rom 10,9-17). Los que creen y proclaman a Cristo tienen la promesa de hacer todo lo que él hizo, a saber: echar fuera demonios, hablar nuevas lenguas, agarrar serpientes sin que los muerdan, beber venenos sin que le cause la muerte. Impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán>> (Mc 16,17).
Los llamados y elegidos, y los que se adaptaron y aceptaron el nuevo sistema del Reino, los que vencieron en virtud de la Sangre del Cordero inmolado en la Cruz; los que reconocieron haber sido comprados a precio de sangre, lo <> (Ap 12,11). El que crea se salvara, pero la pregunta es: ¿Quén podrá creer la noticia? (Is 53,1).

miércoles, 14 de marzo de 2012

LIBERACIÓN DE ESPÍRITUS INMUNDOS Y HOSTILES

Los espíritus malos son todos aquellos que activan en las personas propensión al mal, a hacer lo malo, el pecado, es decir injusticia, perversidad, codicia, envidia, muerte, riñas, engaños, malos deseos, altanerías, agresiones, violencias y engaños (Rom 1,28-32). Estas entidades consejos pérfidos, promueven la discordia y la desconfianza.

Andan como león rugiendo buscando a quien devorar (1 Pe 5,8). Se aprovechan de los caracteres débiles para entrar en ellos a fin de arrastrarlos a su perdición y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas que sufren.

En la naturaleza humana hay una propensión hacia el mal, consecuencia del pecado original, fisura que aprovechan para animar a las personas hacia los vicios, las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia.

Ante la muerte de un ser querido una persona se siente débil espiritualmente y frágil para el ataque de cualquier entidad espiritual. De este modo puede penetrar con facilidad un espíritu de sufrimiento, y con él pueden llegar también espíritu de soledad, de vacío, de miedo, de depresión, de odio, de rabia, de apostasía.

Una persona decepcionada de otra puede permitir el ingreso de un espíritu de ira, y con este seguramente puede venir otro de violencia, rabvia, intriga, rencor, malos deseos.

Una persona que presencia un crimen puede permitir un espíritu de muerte, de angustia, tensión, ansiedad, depresión.

En la Biblia encontramos sobrados ejemplos de cómo actúan estos espíritus en las personas y como se apoderan de ellos por años y durante toda su vida arruinándolos y manteniéndolos atados, convirtiendo su vida en un infierno. Espíritus de ignorancia malignos, inconscientes y burlones, que en todo se entrometen, chismeando e intrigando.

Veamos en Biblia un ejemplo patente en el caso del endemoniado de Gadara o Gerasa. Dice la Biblia que era un hombre tan salvaje que nadie podía pasar por el camino. Vivía entre los sepulcros y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. Varas veces lo habían intentado amarrar, pero él hacía dedazos las cadenas. De modo que lo dejaron libre, deambulando de noche y de día entre los sepulcros y peñascos, dando gritos y maltratándose con las piedras. Viniendo Jesús, de inmediato le salió a encuentro, pero al verlo cayó de rodillas. Entonces Jesús dijo al espíritu malo: <> (Mc 5,8). El espíritu, resistiéndole, le responde: <<¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús, Hijo del Dios Altísimo. Te ruego por Dios que no nos atormentes.>> (Mc 5,7). Jesús inquirió su nombre y el espíritu malo contestó: <> (Lc 8,30). Porque eran muchos los que habían invadido ese cuerpo. De modo que le rogaban que no los mandara al abismo profundo. Como había allí una piera de cerdos, le pidieron que les permitiera entrar en ellos. Jesús les permitió. Una vez dentro cayeron a precipicio perdiendo la vida (Mc 5,1-20/ Lc 8,26/ Mt 8,28).

Una persona entonces puede albergar varios demonios de clase diferente, que van penetrando a medida que la persona le va dando entrada por razones diferentes. En la medida en que escucha la mala palabra enviada por el enemigo, que luego convierte en pensamiento y luego en deseo. Aunque haya sido liberada en alguna oportunidad, si continúa con su vida sin santidad alguna, el espíritu malo que lo poseía, cansado de vagar por lugares desérticos, buscando descanso sin conseguirlo, decide volver. Si el cuerpo está limpio y la persona descuidada, el espíritu se va, trae consigo siete espíritus más, lo seducen y van entrando legalmente a la persona nuevamente en la medida en que ella le da entrada. <> (Mt 12,43-45).

He de destacar que ningún espíritu que está dentro quiere salir, y si la persona que pretende expulsarlo no tiene fuerza ni poder por su condición de vida en pecado, menos. En una ocasión fue Jesús a una sinagoga, había allí un poseído. Al verlo no resistió y comenzó a dar voces <<¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a derrocarnos? Yo sé quién eres? Tú eres el Santo de Dios>> (Mc 1,23-24). En este caso también se presenta una legión. Cuando son muchos, ante un santo, se asustan, porque no quieren quedarse sin hogar. Jesús le hizo frente con autoridad: <<¡Cállate y sal de ese hombre¡>> (Mc 1,25). De modo que el espíritu se revolcó y gritó un poco, pero al final salió del cuerpo. Hay espíritus cuya estrategia es el grito. Con el que tratan de desestabilizar emocionalmente al servidor que hace la liberación. Es un grito agudo que va directo al cerebro y se deposita en él. El servidor tiene que estar muy bien preparado siempre para evitar este acceso, porque puede entrar en él.

Hay espíritus sordos y mudos que manipulan al liberador para no salir del cuerpo del poseso. Le llevaron uno a Jesús, que sus discípulos no pudieron. Apenas vio a Jesús, no resistió: <>. Se oyó el grito tremendo, pero ante Jesús, salió (Mc 9,14-29). Son espíritus que solo salen con mucha oración y ayuno por parte del servidor de liberación, pues se hace el que no escucha y se niega a hablar. Cuando se ve acorralado, trata de ensordecer al liberador con su grito aterrador.

Los espíritus de enfermedad pesan tanto, que terminan encorvando a su portador. Jesús mostró también un caso de estos: <> (Lc 13, 12). Se trataba de una mujer a la que había mantenido atada el espíritu por más de dieciocho años. Estos espíritus, aman la miseria y la compasión, atraen la lástima de los otros, la miseria, la ruina, la pobreza, y cuesta echarlos porque las personas se acostumbran tanto a ellos, que aprenden a vivir en esa condición a la que sacan provecho mendigando.

Los espíritus de envidia y traición son espíritus de tránsito. Este espíritu es el inspirado a Judas, discípulo de Jesús y que el lo traiciona (Lc 22,3). Estos espíritus planifican y organizan su acción por largo tiempo hasta que lo lograr. Luego puede que se salgan. El portador sufre tanto, que a veces se suicida o termina volviéndose loco, porque un grupo de demonios terminan poseyéndolo.

Otros son los espíritus de adivinación, vanidad y orgullo. Primero inspiran un pensamiento a la persona de presentimiento, luego hacen que se cumpla. Cuando la persona se convence, entran en ella. Le inspiran una imagen futura de una persona, la conducen a ella para que lo diga, el otro escucha, hace que suceda, y el otro cree en él; él se cree adivino y permite la entrada del espíritu y vive de e´. Este espíritu se multiplica a medida que va siendo consultado. Penetran en los otros. A Pablo le persigue uno de estas entidades durante una semana. Pablo, ya cansado, lo reprende: <> (He 16,18) En el mismo instante el espíritu salió. Presa del miedo y del pánico, dos tipos de espíritus poderoso, Saul cayó en este error. Fue a una adivina, luego de que él mismo los había deportado, con el fin de consultar el alma de Samuel (1 Sam 28,7). Ante la angustia de no escuchar la voz de Dios ni sentir su presencia. El espíritu le anuncia la muerte y así ocurre.

Lo importante de conocer la participación y acciones de las entidades espirituales, es que ellas no penetran directamente, mandan mensajes, la persona le da vida a estas malas palabras y los espíritus inmundos y hostiles entran con liberad y en forma legal. Se rompe su poder cuando el poseído manifiesta la razón, el contrato legal, por el cual entra al cuerpo.

Las personas debe estar prevenidas para no dejar que sus pensamientos tomen fuerza en su conciencia: <>, dice el noveno mandamiento. Si la persona comprende esto, no dejará que ninguna entidad espiritual logre controlar su emoción ni apoderarse de su cuerpo. <> (1 Pe 5,9).

DEMONIOS Y ESPÍRITUS MALOS

Los demonios no son iguales que los espíritus a los que comandan. Por eso es recomendable hacer una breve distinción de cada uno de ellos para conocer su esencia y legalidad. Comencemos:
1. LOS DEMONIOS
Entre los demonios y espíritus infernales están en primer lugar: Lucifer, emperador del infierno, le sigue Belzebú o Belcebú, príncipe de las uestes infernales, y el llamado Astarot, el Gran Duque, a estos les siguen:
Lucifago
El primero es el gran "Lucífago Rofacale", primer ministro infernal. Tiene el poderío que "Lucifer" le ha dado sobre todas las riquezas y todos los tesoros del mundo. A sus órdenes militan Bael, Agares y Marbas y muchos otros millares de demonios y espíritus subordinados.
Satanachia
El segundo es el gran "Satanachia", gran general. Tiene el poder de someter a él todas las mujeres y todas las muchachas y hacer con ellas lo que se le antoja. Bajo sus órdenes están Pruslas, Aamon y Barbatis y la gran legión de los espíritus.
Agaliarept
Capitán general, tiene el poder de descubrir los secretos más recónditos en todas las cortes y todos los gabinetes del mundo; descubre también los grandes misterios. Manda a la segunda legión de espíritus y tiene inmediatamente a sus órdenes a Buer, Gusoin y Botis.
Fleuretty
El cuarto, "Fleuretty", teniente general, tiene el poder de hacer la obra que se desea, durante la noche; hace también caer granizo donde él quiere. Manda un cuerpo considerable de espíritus y tiene subordinados a Bathim, Pursam y Abigar.
Sargatanas
El quinto, "Sargatanas", jefe superior, tiene el poder de hacer invisible al que lo sigue, de transportarse a todas partes, de abrir todas las cerraduras, de hacer ver todo cuanto ocurre en el interior de las casas y de enseñar todas las mañas y astucias de los pastores. Ordena a muchas brigadas de espíritus y tiene a sus inmediatas órdenes a Loray, Valefar y Forán.
Nebiros
El sexto, "Nebiros", mariscal de campo e inspector general, tiene el poder de hacer enfermar a quien se desee, hace encontrar la mano de gloria, enseña todas las cualidades de los metales, de los minerales, de los vegetales y de todos los animales puros e impuros. También posee el arte de predecir el porvenir, siendo uno de los mayores nigrománticos de todos los espíritus infernales. Va a todas partes, es inspector de todas las milicias infernales y tiene a sus órdenes a Ayperos, Neberus y Glasyabolas.
Otros menores como:
Cori, siembra malos sentimientos.
Eleguá: siembra prostitución, homosexualidad masculina y femenina, alcoholismo.
Asmodeo, este demonio aparece en el católico Libro de Tobías y no es cualquiera: gobierna los nueve infiernos, un verdadero emperador. En otras versiones es uno de los cuatro reyes infernales. Y en uno de los giros más curiosos en la imaginería infernal, John Weyer dice que es el croupier en la mesa de baccarat del infierno. Su nombre significa “demonio de la ira”, aunque la demonología judeocristiana lo tiene siempre como el demonio de la lujuria (algunos han querido ver ideas freudianas en esa doble condición de ira/sexo).
La presentación de Asmodeo es ambivalente. A veces es alegremente escandaloso, un tipo divertido, siempre dispuesto a una buena orgía o por lo menos a llevarse a la cama lo que le guste (una razón buenísima para que la iglesia odie el bisexualismo). Siendo una especie de duende sexual, protagoniza la leyenda más cómica de la demonología: como está enamorado de Sara asesina a nueve de sus maridos la noche de bodas antes de consumar el matrimonio. Tobías, el décimo, aconsejado por el arcángel Rafael, quema el corazón y el hígado de un pez y los vapores disgustaron tanto a Asmodeo que se fue hasta Egipto… donde Rafael lo estaba esperando para encadenarlo.
En otra leyenda más tenebrosa, cuando empezó a alcanzar su estatus de supremo jefe, Salomón lo invocó para ayudar a construir el Templo y el diablo, presa de los hechizos del rey (figura mayor de la demonología, no sólo un personaje bíblico) cumplió, pero le anunció que su reino sería dividido.
Otro es Azazel, viene siendo el Juan el Bautista del rey infernal. Antes de haber un demonio en la mitología judía, ya había un ritual para devolverle a esta potencia maléfica sus malas obras: el chivo expiatorio.
Este demonio es el primero de toda la Biblia en Levítico 16:8; su nombre parece venir de “Azaz”, “rugoso”, en referencia al suelo pedregoso del desierto. Aunque se ha aceptado que Azazel debía tratarse de una montaña desde la cual era arrojado el chivo (y por extensión así se llama la ceremonia anual, “el Azazel”), otros estudiosos rabínicos sostienen que es el nombre de unos demonios con forma de cabra. Azazel aparece en el Libro de Enoc. En una raza reconocida por sus habilidades manuales, Azazel venía siendo algo así como McGyver: les enseño a los hombres el arte de la guerra, a forjar armas y a las mujeres a seducir con la apariencia (según parece hizo el primer brassier) y brujería. Por sus retorcidas enseñanzas Yahvé lanzó el Diluvio para limpiar los estragos (el Diluvio explica que un libro esencialmente mágico como el de Enoc jamás ha sido perseguido, sólo dejado de lado: la malvada raza angelical justifica la decisión de Dios). Según la tradición, fue Azazel quien preguntó ante Adán “¿Por qué un hijo del fuego debe inclinarse ante un hijo del barro?”. Ya se sabe la explicación que le dieron… Azazel, el primer nombre demoniaco en la Biblia, jamás alcanzó el estatus de Satán y la última noticia es que luego de andar enseñando barbaridades a la gente Dios le ordenó a Rafael encadenarlo de pies y manos a una roca.
Otro Belzebú, posiblemente la denominación más compleja debido a problemas de traducción. De una transcripción a otra en varios idiomas, muchas veces no existía la palabra exacta para la traducción y otras algunas palabras sonaban parecido pero significaban algo diferente. Por otro lado los hebreos, como la mayoría de los pueblos, envilecían las deidades ajenas, pero tenían buenas razones militares para ensañarse con los filisteos, una colección de pueblos que hasta hoy tienen perplejos a los historiadores (parecen un agresivo pueblo emigrante de origen hindú, fenicio o persa que entró en contacto con los judíos hacia el 1100 a.C. y les dio mil dolores de cabeza).
Baal Zebul era una deidad de la ciudad filistea de Ekron y su nombre significa “Señor del Cielo” pero los hebreos, por homofonía o con ánimo insultante lo bautizaron Baal Zebub, “Señor de las moscas”. Baal, que hoy algunos predicadores de televisión lo usan como sinónimo de Satán, jamás fue el nombre de una deidad: si los filisteos hubieran adoptado a Yahvé, lo habrían llamado Baal Yahvé o parecido. En todo caso, si bien sólo hasta el destierro babilónico se decantaría la idea de separar una potencia absoluta del bien de una del mal en la religión judía, su odio por los dioses filisteos precedió esta idea. No ayudó nada a mejorar su popularidad entre los judíos que el rey Ocozías envió mensajeros al santuario de este dios para pedir por su salud (2 Reyes 1:2-3) lo cual cabreó al profeta Elías, que procedió a maldecirlo. Lo de “Señor de las moscas” no viene sólo de una aliteración infantil sino de la costumbre filistea de poner carne en los altares hasta pudrirse… y ya puede imaginarse lo que pensarían los adoradores de Yahvé de semejante cosa, siendo que su religión avergonzaría los hábitos de limpieza de un neurocirujano moderno. Hay debate si Belcebú es Satán o un secuaz. La literatura apócrifa, la que más se ocupa de ángeles y diablos, es confusa: en algunos libros era un querubín, lo que lo eliminaría como el jefe de la rebelión, que era una especie de virrey y por tanto serafín; Belcebú sería regente infernal y segundo al mando.
En una de las historias más curiosas de la demonología, en Pseudomonarchia Daemonum (1577), Belcebú formó con Lucifer contra Satanás y al vencer Lucifer quedó de emperador infernal. No hay noticias de Satán luego del golpe de estado. Para la línea oficial en cambio no hay duda de que Belcebú es sólo otro alias del emperador infernal desde que Jesús en Mateo 10:25 se refirió a su gran adversario con este nombre.

2. LOS ESPÍRITUS MALOS
Los espíritus malos son todos aquellos que activan en las personas propensión al mal, a hacer lo malo, el pecado, es decir injusticia, perversidad, codicia, envidia, muerte, riñas, engaños, malos deseos, altanerías, agresiones, violencias, engaños (Rom 1,28-32). Dan consejos pérfidos, promueven la discordia y la desconfianza, y, para engañar mejor, toman todas las apariencias. Se apoderan de los caracteres bastante débiles para seguir sus excitaciones, a fin de arrastrarlos a su perdición y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas que sufren. Los seres vivientes a quienes animan durante la encarnación, son dados a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi siempre sus víctimas entre las personas honradas.
Los espíritus ligeros, son ignorantes, malignos, inconscientes y burlones, y en todo se entrometen, y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Se complacen en ocasionar pequeños pesares y alegrías, en chismear, en inducir maliciosamente a error por medio de mixtificaciones y en hacer travesurillas. A esta clase pertenecen los espíritus llamados vulgarmente duendes, trasgos, gnomos y diablillos, todos los cuales dependen de los espíritus superiores que frecuentemente los ocupan como nosotros a nuestros criados. En las comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces ingenioso, y chistoso, pero casi siempre superficial, y aprovechan las extravagancias y las ridiculeces que exponen en frases mordaces y satíricas. Cuando usurpan algún nombre, lo hacen más por malicia que por perversidad. Delincuentes habituales.
Los de falsa instrucción, tienen conocimientos bastante vastos, pero creen saber más de lo que realmente saben. Habiendo progresado algo en diversos sentidos, su lenguaje tiene cierto carácter grave que puede engañar acerca de las preocupaciones y de las ideas sistemáticas de la vida terrestre, una mezcla de verdades y errores absurdos, en medio de los cuales se descubren la presunción, el orgullo, los celos y la terquedad de que no han podido emanciparse. Esta categoría es intelectual y no moral, al menos en la intensidad delictuosa.
Los espíritus neutros, no son ni bastante buenos para practicar el bien, ni bastante malos para hacer el mal; se inclinan igualmente al uno y al otro y no se sobreponen a la condición vulgar de la humanidad ni moral, ni intelectualmente. Tienen apego a las cosas de este mundo, cuyas alegrías groseras echan de menos. Son delincuentes ocasionales y hasta habituales en ciertas clases de inmoralidades que no sean muy antisociales. En esta clase que es moralmente débil, habrá que colocar también a los delincuentes, locos, poseídos y a los pasionales.
Los espíritus golpeadores y perturbadores, propiamente hablando, no forman una clase distinta, si se toman en consideración sus cualidades personales, y pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. A menudo anuncian su presencia por efectos sensibles y físicos, como golpes, movimiento y desarreglo anormal de los cuerpos sólidos, agitación del aire, etc. Parece que están más apegados a la materia que los otros y que son los principales agentes de las vicisitudes de los elementos del globo, ya obren en el aire, en el agua, en el fuego, ya en los cuerpos duros, ya en las entrañas de la Tierra. Cuando estos fenómenos tienen un carácter Intencional inteligente, se conoce que no son debidos a una causa fortuita y física. Todos los espíritus pueden producirlos; pero los elevados los confían por lo general a los espíritus subalternos, más aptos para las cosas materiales que para las inteligentes, y cuando los primeros creen oportunas las manifestaciones de este género, se sirven de los segundos como de auxiliares.

martes, 13 de marzo de 2012

CARTA DE UN AMIGO SINCERO

Querido amigo (a):
Recibe un abrazo. La presente es para darte una Buena Noticia.
Es que conocí a un amigo que jamás pensé que fuera tan especial. Sabes que lo conocí, pero era como esas personas que está a tu lado, pero que tú nunca les prestas atención; como a la fea o el gordo o la boba del salón o de la cuadra.
Cuando lo conocí me dijo tantas cosa, que me quedé asombrado solamente escuchándolo decirme la tristeza que le causaba tanta gente, que aún sabiendo que él estaba allí, no le prestaba la menor atención.
Él me dijo que había decidido esperar en silencio a pesar de la angustia que le causaba ver como algunas personas se dejaban atrapar por la droga, por el alcohol, por la prostitución, por el cigarrillo sin darse cuenta del daño que causan a su propio cuerpo; que le dolía ver como algunos roban a su propia gente, se matan unos a otros, como los maridos maltratan a sus mujeres, a sus hijos y a su prójimo; como muchos se atormentan con ruidos extremos, con gritos y peleas, sin que él pueda hacer nada porque cada quien abusaba de la libertad que le había sido dada.
Este amigo me dijo que sufría de ver a tanta gente triste, deprimida, vacía, solitaria; llorando y deseando la muerte sin darse cuenta del sacrificio que dos mil años atrás el había hecho por mí y por ti. Que él había venido a sanar los corazones afligidos, a los tristes, a los deprimidos, a los rechazados y humillados, y a dar la luz a los que viven en oscuridad (Is 61,1-3).
Me dije que te dijera que no estás solo, que tienes oportunidad de ser su hermano (Gal 4,4), de heredar un reino destinado desde el principio de la vida para mi y para ti (Rom 8,17), donde puedes gobernar con él (Ap 4,1).
Me habló con palabras tan sinceras y convincentes que le creí, además muchas personas han dado testimonio de ello y no amaron tanto la vida que temieran la muerte (Ap 12,11), quienes en virtud del seguimiento de su persona, por lo que vieron o oyeron, decidieron ser partícipes de la redención definitiva. Ellos no solo lo siguieron, sino que recibieron la capacidad para sanar enfermos, liberar presos del miedo, soledad, depresión, volver la vista a los ciegos, echar fuera demonios y resucitar a los muertos (Mc 16,17-18).
Aquello me hizo dudar, pero él me lo aseguró de tal modo que le creí. Además, me dijo mira que te llamo, si quieres entro a comer contigo (Ap 3,20). Solamente tienes que pedirlo. Con decirle: “Padre, levanto mis manos hacia ti. Te alabo. Te glorifico. Estoy cansado ya de esta vida que llevo. No me gusta quién soy ni en quién me estoy convirtiendo. Crea en mí un corazón puro. Renuévame con espíritu firme. Te abro mi conciencia y mi corazón. Toma el control de mi vida y de mi cuerpo. Haz de mí una nueva criatura. Me arrepiento de cuanto he hecho y confía en que me rescatarás del abismo en el que me encuentro.”
Este amigo me aseguró que a partir de ese momento te cubrirá con un cerco de protección y tu vida comenzará a ser diferente desde entonces. Yo le creo, por eso te lo comunico, por si acaso quieres intentarlo. Ve a misa, confiésate, y el cambio en tu vida será inmediato.
Sin otro particular, atentamente:
Oswaldo Cedeño
Iglesia Epifanía del Señor
Catequista

jueves, 8 de marzo de 2012

LA PRUEBA

En la vida todos estamos probados. Hay quienes creen que Dios prueba. Y según Pedro los cristianos somo probados como el oro (1 Pe 1,7;4,12). Sin embargo, Dios no quiere porbar a nadie. Pero existe una Ley para los que estamos en la vida. La prueba

martes, 6 de marzo de 2012

EL PECADO

El pecado es hacer lo malo (Sal 51,6). Es una transgresión a la norma divina (y humana)m una ofensa a sus mandamientos: 1) amar a Dios sobre todas las cosas, 2) no tomar su nombre en vano, 3) santificar las fiestas, 4) honrar a padre y madre, 5) no matar, 6) no comenter actos impuros, 7) no robar, 8) no mentir ni dar falsos testimonios, 9) no permitirse pensamientos ni deseos impuros y 10) no codiciar los bienes ajenos. Todo el que transgreda cualquiera de estas normas de vida, está en pecado. Liberarse de ellos es no cometerlos.

Un creyente de Dios lo reconoce como su creador y busca acercarse cada vez más a él, conocerlo para llevarlo en su corazón como un pacto, pero al no ser así, aunque Dios no quiere da libertad a la persona para que actúe sin él: Por eso andan llenos de injusticia, perversidad, codicia, maldad, rebozantes de envidia, crímenes, peleas, engaños, mala voluntad, calumnias, desafíos de Dios; altanerías, orgullos y habilidades para lo malo; se rebelan contra los padres, desleales, insensatos, sin amor, despiadados (Rom 1 28,23).

Lo malo daña al otro y a la comunidad. El que engaña daña entonces al que confía en él, porque además lo hace caer en ignorancia, por eso el que practica la magia y consagra a su hijo en el fuego o en sangre para magia y brujería comete pecado; lo mismo que el que emplee la adivinación, la hechicería; el que ate a otro con maleficios o filtros de amor hace daño o comete pecado, como también el que consulta a los espíritus o a los muertos (Dt 18,9-13).

El pecado es de origen sobrenatual y humano. Tanto Satán como el hombre pecaron. Satanás desobedece a Dios y luego involucra a Eva y a Adán. Dios había dicho a la pareja edénica: "No comerás del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, porque ese día morirás" (Gen 2,17). La serpiente le niega esto a Eva para que coma, y ésta lo hace con Adán. Por haber desobedecido, no por comer, sino por desobedecer, que es lo que le hizo caer en muerte, Dios los castigó con sacarlo del Reino. Así la muerte se propagó a toda la humanidad. No había Ley (Rom 5,12), porque no era necesaria, pero una vez que cayó el hombre en el pecado hizo falta la Ley. Así la vida del hombre se plagó de muerte (Gen 3,19), salario del pecado (Rom 6,23).

El deseo o tentación conducen al pecado y el pecado consumado engendra muerte (Stgo 1,15). No porque Dios quiera, sino porque así lo eligió el hombre, de ahí la importancia de Jesús, que con su sacrficio en la cruz permitió que quien se siguiera alcanzaba de nuevo la vida y la vida eterna.

No no quiere que los hombres perezcan, de hecho lo demostró con Noe, con el llamado a Abrahám, a Moisés, a Jeremías, a Gedeón, a David, pero muchos de ellos olvidaron que la libertad em Dios tiene límites. David incluso cometió el crimen de quitarle su mujer a uno de sus soldados y mandarlo a matar (2 Sam 11,1-17). ¿Qué hace que un hombre como David pueda hacer algo como esto? Quizás la incostencia, la inmediatez, la soledad. No sabemos. Lo que sí sabemos es que lo que Dios ama, lo protege, por eso, apesar del crimen de David, en el estaba la descendecia que traería el Mesías.

El Mesías es la restauración del género humano por gracia de Dios. Con Cristo Jesús se acabó la condenación del pecado, con su sangre nos redimió de la muerte eterna, con su pasión y muerte cargó sobre sí nuestro pecado para alcanzarnos la liberación definitiva, que logramos solo con la proclamación de su nombre glorioso y el convencimiento del corazón. De modo que hay que tener fe, es decir creer en Jesús como Salvador. Sin embargo, no basta solo con esto, pues el cumplimiento de los mandamientos está vigente. Lo que espera el Señor es una obediencia, no por miedo sino por conciencia de que el mal, el pecadom el demonio, no le es conveniente a nadie (Rom 13,5).

lunes, 5 de marzo de 2012

CONVERSIÓN Y ARREPENTIMIENTO

La conversión es una transformación de un resultado de vida por otro resultado de vida renovada por la presencia de Dios: <> (Dn 10,12). Conversión se entiende tanto como dar vuelta al pasado como arrepentirse de sus comportamientos anteriores al pensamiento. La conversión no ocurre espontáneamente, sino por llamado de Dios, para dejar atrás un estilo de vida hacia un camino de santidad, es decir retirado de toda conducta y actitud pasada que causaba daño tanto a la persona como a los demás. Es un llamado a limpiarse de toda emoción indigna, de todo mal deseo. La renuncia a lo malo es una voluntad como lo fue caer en el pecado, de modo que es un acto libre y conciente. Es este sentido es una llamado al cambio: <> (Mt 3,2). Ahora bien la conversión requiere de arrepentimiento. No es fácil arrepentirse, y menos decidir cambiar el estilo de vida por otro. El arrepentimiento es un acto de contrición, es decir, un dolor del alma por haber ofendido a Dios. Todo arrepentimiento trae consigo penitencia: <> (Jon 3,1-10). Todo arrepentimiento requiere de un bautismo con agua como signo de “cambio de vida” (Mt 3,11), que luego será con fuego del Espíritu Santo, cuando Dios considere que ha ocurrido una liberación del hombre viejo: <> (Ef 4,23). El arrepentimiento verdadero conduce a la glorificación del nombre de Dios, quien dará vida nueva <> (Rom 2,7). El Señor se muestra paciente porque no quiere perder a nadie: <> (2 Pe 3,9). En ese sentido moverá los corazones: <> (Za 12,11). El arrepentimiento produce gozo en el cielo más que la llegada de noventa y nueve justos <> (Lc 15,7). Por eso vino Jesús, por la salvación del alma de los descarriados: <> (Mt 9,13). Aunque no es fácil la conversión ni el arrepentimiento, es posible, lo importante es iniciar el cambio, y el camino se irá haciendo cada vez más viable por la gracia del Espíritu Santo.

LA FE

Literalmente si una persona dijera a una montaña que se mueva de donde está hacia otro lugar, si está convencido de que lo que desea se efectuará, eso es fe verdadera. <> (Mc 9,23). Osea, que literalmente si una persona dijera a una montaña que se mueva de donde está hacia otro lugar, si está convencido de que lo que desea se efectuará, eso es fe verdadera. Por eso afirma Pablo que la fe es la certeza de lo que se espera y de lo que no se ve. Para creer en Dios hay que tener fe, pues la fe se desarrolla como un don en las personas, que con una escasa fe, pidieron y recibieron, incluso lo que no esperaban.
El Diccionario Larousse define la fe como << Una creencia no basada en argumentos racionales>>. El que cree está convencido de lo que espera, ahora hay quienes esperan pero no creen, sin embargo, otros creen por ellos y apoyan la fe del que no creen para que logre lo que quería, pero que no esperaba por su escasa fe.
El que espera un milagro debe tener fe, pero si no la tiene Dios le ayuda para que la aumente. Fue el caso de muchos que estuvieron ante Jesús, a quienes les concedió, ver, oir o andar, no tanto por ellos mismo, sino para que sirvieran de testimonio y evidencia a los testigos de los milagros de Jesús.
Veamos el siguiente ejemplo, evidencia de una inmensa fe: <>. Esto es lo que yo llamo un milagro robado. Habría que imaginar la cantidad de gente que seguía a Jesús, a veces eran cinco mil o seis mil personas, como hacía para poder acercarse a él entre tanta gente, y poder cruzar los filtros que impedía acercarse a él por seguridad. <> (Mc 5,27-28). Ella no quiere hablar con él, es decir no es que no quiera, lo que no quiere es molestarlo. Es una mujer impura ya que está maldita o perturbada, esclavizada y contaminada por un flujo de sangre constante por años. Su sencillez y humildad no se lo permitían. El único modo era solo tocar su vestido, al menos su ruedo. Eso pensaba ella. Esto es lo que se llama una fe verdadera: <>. Esto es maravilloso. Ella sanó. Y pensaba irse tranquilamente con la dicha y la bendición de haber recibido sanación del profeta Jesús, sin hablarle, sin que él la toca, sin que él la viera, sin que le perdonara, nada, quedaría en la clandestinidad, a no ser porque de Jesús salió la fuerza que le dio a ella la salud: <<¿Quién me tocó?>> (Mc 5,29-30). Pedro se burla y le inquieta cómo pregunta “¿Quién lo tocó estando aprisionado por tanta gente que se abalanzaban contra él? Así pues, la creencia de Pablo es correcta. Él dice que la fe es el <> (Heb 11,1).
Tal como la fe de la mujer de hemorragia de sangre es también la de los amigos del paralítico de la camilla. Éstos, al ver que no podían entrar con su amigo por la puerta de la casa, por la multitud, rompen las tejas del techo, abren un hueco y logran introducir la camilla hasta llevarla a los pies de Jesús. Me imagino la cara del Señor, sorprendido por la astucia de éstos. No tiene otra opción más que realizar el milagro, independiente de los que estaban allí antes que el paciente, independiente de los fariseos y los maestros de la Ley, que andaban detrás de él buscando que hacer con este hombre que resultaba para ellos una piedra en el zapato: <> (Lc 5,24).
Aunque la fe es un don, se requiere del conocimiento de Dios para poder fortalecerla: <<¿Cómo invocan al Señor sin antes haber creído en él? Y ¿Cómo creen en él sin haberlo escuchado? Y ¿Cómo lo escucharán si no hay quién predique? Y ¿Cómo saldrán a predicar sin ser enviados? Como dice la Escritura: “¡Qué lindo es caminar llevando buenas noticias. Aunque no todos obedecieron a la Buena Noticia¡”. Según lo que decía Isaías: <> (Rom 10,14-17).
Quizás por los avances científicos y tecnológicos las personas de nuestro tiempo han dejado de tener fe en Dios, y la han desplazado a los astros, a una piedrita, a un agua de cualquier parte, a un brujo, un santero, al horóscopo, en fin. Cantidades de objetos y persona han sustituido el lugar que debería tener Dios, con lo que faltamos al primer mandamiento: “Amar a Dios por sobre todas las cosas”. Y Esto ya estaba previsto por Dios que lo había anuncia mediante sus profetas y el mismo Cristo lo dijo <<¿Hallará fe en la tierra?>> cuando vuelva (Lc 18,8).
El que cree recibe de parte de Dios una promesa. Cuál es esa promesa: <> (Jn 3,16). Y la buena noticia es que Dios cumple sus promesas y la multiplica por mil generaciones, como lo hizo con Abrahán, Isaac y con Jacob. Dios se hace amigo de los que creen en él (Rom 4,13). Y aún más, los convierte en hijos. Y la confesión de la fe en Cristo, garantiza la salvación (Rom 10,9; Ef 2,8). La fe concede la paciencia como virtud (Gal 3,14) y también para el amor (1 Cor 13,2). De modo pues, que tener fe no es fácil, pero el que la tiene, no solo puede cambiar su vida en Cristo, sino en todo el mundo entero.